Las sociedades de los dominios coloniales españoles se conformaron a partir de tres grupos étnicos de diferente origen: los indígenas, nativos de América; los blancos, llegados de Europa; y los negros, provenientes de Africa. Durante el proceso de conquista y colonización fue creciendo un cuarto grupo, producto de la mezcla de los otros tres, al que se denominó castas. Como resultado de ese proceso de mestizaje se diferenciaron tres nuevos grupos entre la población: los mestizos (mezcla de español e indígena), los mulatos (mezcla de español y negra) y los zambos (mezcla de negro e indígena). Durante el siglo XVIII el proceso de mestizaje estaba muy avanzado, y en muchas regiones el número de mestizos predominaba sobre el resto de la población.
El mestizaje se vio favorecido por el escaso número de mujeres llegadas de España, debido a que allí sólo se les permitía emigrar a las casadas. Muchos de los hijos mestizos eran producto de relaciones extramatrimoniales, ya que habitualmente los españoles sólo se casaban con españolas. Los hijos de padre y madre españoles nacidos en América fueron llamados criollos.
La existencia de estos diferentes grupos de acuerdo con su origen o color de piel tuvo una gran importancia en la sociedad colonial del siglo XVIII. Los blancos eran una minoría, pero ocupaban los lugares de privilegio, tanto por su riqueza como por su prestigio social. Las diferencias sociales se acentuaban aún más por las diferencias de origen y de color de piel.
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